Las ventajas de las cubiertas verdes son cuantiosas: reducen la contaminación del aire y la acústica, actúan como aislante térmico, dando lugar a una mayor eficiencia energética, ayuda a la conservación de especies de flora y fauna autóctona y las protege en ambientes urbanos, mejora la calidad paisajística, reduce la escorrentía generada por las precipitaciones, reduce el efecto de “isla urbana caliente”, etc.
Este tipo de estructuras vegetales pueden llegar a capturar considerables cantidades de partículas contaminantes (capturan el dióxido de carbono, benceno y partículas suspendidas en el aire), producen oxígeno, reducen la temperatura sobre el hormigón y su entorno inmediato, y pueden llegar a recoger y almacenar hasta el 42% de las aguas pluviales que reciben, evitando así los numerosos episodios de sobrecarga de la red de alcantarillado y disfunciones en la depuración.
Los muros verdes, por su parte, constituyen una apuesta por un urbanismo más sostenible, que permita la mejora de la calidad de vida de las personas y el entorno donde viven en un contexto de superpoblación y congestión de nuestras ciudades.